4/19/2009

Y sonreír...

...pues nos repetimos tantas veces durante nuestra corta vida, pues retomamos tantas veces lo abandonado, pues no sabemos ni por qué, ni dónde, ni cómo recomenzamos pero la simple y vaga esperanza de aflorar de nuevo, conscientes de que nunca existió un florecimiento perfecto, dibuja un ingenuo e inocente sonreír...
Y sonreír...

10/19/2008

CONDICIONALES ADVERSATIVAS

Si un individuo no da noticias puede ser que esté muerto o que esté pasando los mejores años de su vida.
Si un individuo habla demasiado cae inevitablemente en la repetición e incluso en la homogeneidad pero si se calla puede que el silencio sea más rutinario e insostenible.
Si alguien como yo deja de escribir en este blog puede invertir más tiempo mirando al techo o puede seguir consumiéndolo mirándose el ombligo.
Si enuncio condiciones, ¿espero soluciones o bifurcaciones?.

8/24/2008

Deriba Merga, campeon olimpico

La perspectiva que adoptamos es fundamental en el transcurso de nuestra vida y como éste está lleno de avatares y cambios, nuestra perspectiva tambien varía. El problema es que la mayoría de las veces no nos damos cuenta de los cambios por lo que no sabemos que nos depara el futuro. Hoy me di cuenta de que mi perspectiva había cambiado. Deriba Merga ganó el maratón olímpico de Beijing 2008 en una carrera fascinante en la que demostró una fortaleza, resistencia y al mismo tiempo una calma inhumanas.
En los primeros 15 kilómetros el grupo en cabeza se componía de dos etíopes, tres keniatas, dos marroquís, dos de Eritrea y un español. Entre la raza negra y de color café era un orgullo ver el contraste que aportaba al grupo un español blanquito (aunque estuviese moreno de tanto entrenamiento). Poco a poco el grupo se fue disgregando hasta que quedar en cabeza sólamente tres corredores. Era el kilómetro treinta y cinco y sus componentes eran un keniata (medalla de oro), un marroquí (medalla de plata) y un etíope (Deriba Merga, cuarto puesto).
En casi todas las pruebas olímpicas se ven malos gestos pues al fin y al cabo es una competición y aunque uno quiera ser cortés y educado las formas suelen perderse reluciendo nuestro instinto animal ante el objetivo de ganar. Seamos conscientes, hablamos de unas olimpiadas y esta gente no vive de otra cosa, dedica su vida al deporte y comen gracias a ello con lo que quieren ver satisfechos sus esfuerzos siendo el número uno. En una maratón, por su extensión y duración pueden verse actitudes de compañerismo pues hablamos de 42 kilómetros y no es cuestión de llevarse a matar con el de al lado ya que uno perdería energía simplemente por la rabia que acumule o por sus malos pensamientos. Es en ese sentido, una de las pruebas más bonitas.
Por el kilómetro treinta y pico, Deriba Merga compartió la botella de agua que acababa de coger con el keniata y campeón olímpico, acto digno de elogiar aunque sea algo lógico y normal (¿dónde encontramos hoy la lógica y la normalidad?). Desde el momento en que estos tres corredores se separaron pensé que Deriba Merga iba a ganar. Su cara reflejaba tal tranquilidad y sosiego que parecía que iba de paseo con su abuelita un domingo por la tarde. El keniata, sin embargo, tenía cara de agotado y el marroquí de hacer esfuerzos extremos. De repente el campeón olímpico cambió el ritmo y pegó un tirón fortísimo que Merga no siguió, de hecho su cara ni se inmutó. El subcampeón, mirando constantemente hacia atrás, aguantó el empujón como pudo. Por el kilómetro cuarenta prácticamente se podía preveer cuales serían las posiciones pero Merga me volvió a sorprender. Entrando al estadio su compatriota Kebede lo adelantó pegando un fuerte cambio de ritmo y quedó en tercera posición. Merga no aceleró, no cambió el ritmo ni se forzó a sí mismo en ningún momento llegando unos segundos después que Kebede sin expresión alguna de abatimiento o derrota. Impresionante... ¡Vaya deportista de primera! Compañerismo, resistencia, calma y un control de sí mismo admirable. De todos ellos es probablemente el que más viva o el que mejor viva porque estoy segura casi en un cien por ciento de que es un hombre humilde, sencillo y feliz.
Que nadie piense que los otros tres no se merecían ganar porque sin duda alguna son unos deportistas increíbles pero Merga se llevó la medalla de oro. Todo es cuestión de perspectivas supongo...

7/16/2008

Tomando conciencia de nuestra lengua

Antes de mi ausencia vacacional, que será prolongada y que de hecho ya empezó antes de tiempo, han sido muy beneficiosos los treinta y cuatro minutillos que me he tomado para deleitarme intelectualmente con el vídeo de una entrevista que le hicieron hace poco a Félix de Azúa:

http://es.youtube.com/watch?v=Y0u1yiqp8dk

Hay momentos de auténtico goce como cuando explica los orígenes del nacionalismo o la tan humana cuestión de la identidad.

Por último y para que no quede pendiente, como española y recién licenciada en filología hispánica que soy, he firmado el manifiesto en pro de nuestra lengua al que se puede acceder y unirse a través de http://www.libertaddigital.es/. El estudio y reconocimiento del español está en auge a nivel mundial mientras que en nuestro país decae hasta el punto de querer ser evitado, ¿contradictorio, verdad?. No valoramos lo que tenemos...

6/03/2008

Mexic(an)o lindo y querido

No sé hasta qué punto es positivo sentirse identificado con una novela. Los vanguardistas buscaban precisamente esa distancia con el lector que producía un extrañamiento y daba cabida a la crítica. Sin embargo, cuando nos vemos tan reflejados con una historia, unas circunstancias o con las ideas que expone una novela es difícil ser críticos y más, si el tema tratado es algo tan subjetivo y relativo como el amor.
La novela Querido Diego, te abraza Quiela de Elena Poniatowska es un compendio de cartas de amor que Quiela le manda desde Europa a su marido Diego, quien había regresado a México, su país natal.
Las cartas jamás son contestadas pero Quiela, enamorada y obsesionada persiste en su amor manteniendo la esperanza de que Diego la conteste. Su amor resulta enfermizo al estilo de las novelas decimonónicas europeas, aunque éste se haya consumado. Precisamente por este detalle es quizá más dramático, ya que Quiela es incapaz de aceptar el final de un amor que ya no tiene sentido. Además el amor en la distancia es todavía más desequilibrado que un amor cercano y la obsesión del enamorado hace perder el sentido del tiempo hasta el punto de que la amante, cuando consigue al final reunir el dinero para volar a México y encontrarse con su amado, el famoso pintor Diego Rivera, éste ni la reconoce.
El dramático final deja un sabor amargo en la boca de los enamoradizos y apasionados pero también nos deja con la convicción de un goce único producido por las exaltaciones inalcanzables en un amor racional y razonable.
Es la siempre dicotomía del amor, el amado y el amante, sólo que llevada al extremo con sus consecuencias trágicas.

5/27/2008

Cien años de soledad

La capacidad de plantearse el equívoco en nuestras creencias u opiniones es fundamental para poder recapacitar sobre lo dicho y admitir nuestro error o consolidar nuestra posición. Dudar de uno mismo es un lujo y por lo menos, en lo que se refiere a la literatura intento aprovecharlo.
Hace tres o cuatro veranos me leí Cien años de soledad, la obra maestra del colombiano Gabriel García Márquez y recuerdo que acabé detestándola. Reconozco que sus páginas me las metía con calzador entre la siesta y las tardes ociosas de piscina y mi único deseo era terminarla cuanto antes. Ni siquiera me impactó el final o por lo menos no lo recordaba, a pesar de la conexión y lógica que tienen todas las obras de Márquez.
En realidad, la literatura como arte es cuestión de gustos pero si alguien que aprecias o distingues precisamente por su gusto literario te habla bien de una obra que a ti no te atrae lo más mínimo, empiezas a plantearte si la leíste bien o si emitiste un juicio demasiado precipitado.
He intentado buscar en esta segunda lectura los motivos que me condujeron a tacharla de aburrida e insípida pero me ha resultado difícil. Lo único que puedo alegar en su contra es que al ser una novela extensa y con demasiados personajes de nombres parecidos puede confundir al lector si no está excesivamente concentrado o predispuesto a entenderlo todo. Aun así el estilo de Gabriel García Márquez se caracteriza por su sencillez y accesibilidad.
Cien años de soledad es la historia de la fundación de Macondo, lugar que podría identificarse con cualquier ciudad latinoamericana. A lo largo de la novela, Macondo sufre grandes transformaciones promovidas por la industrialización y el auge económico que se concreta en la llegada del ferrocarril o por pestes, lluvias torrenciales y vientos que acaban arrasándola. En el transcurso de su historia contabilizado en un periodo de 100 años, se narran las vidas de los personajes de toda una estirpe, la familia de los Buendía. De generación en generación se cometen los mismos errores y se sienten las mismas pasiones, arrebatos, locuras, fracasos, decepciones y por supuesto ese sentimiento inherente a la raza humana que es la soledad.
La novela, cuyo narrador es el sabio Melquíades, simplemente cuenta la historia de la humanidad en sí, en la que a pesar de haber sufrido guerras, haber pasado por estrecheces económicas o por amores imposibles y desequilibrados se sigue reincidiendo siempre en lo mismo.
El final, que dice:
La ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad.
puede resultar ambiguo.
Una buena lectora amiga mía lo calificaba de pesimista porque el autor no daba pie a una segunda oportunidad en la que cambiar el transcurso de los acontecimientos y remedar los errores. Yo sin embargo lo sentí optimista ya que era irrepetible una estirpe tan torpe, terca, impregnada de soledad y reincidente y circular en sus errores.
Pero creo que habrá muchas interpretaciones del final o de la obra entera...

5/21/2008

Titulitis

La enfermedad más extendida y contagiosa que amenaza a la población actual, sobre todo de edades comprendidas entre los 18 y 30 años es la comúnmente denominada: titulitis.
Sus síntomas son inconfundibles: ansiedad, aparición de canas provocadas por el estrés y cerramiento de la mente ofuscada y obcecada en el simple objetivo de conseguir títulos.
Como la obesidad, la titulitis es producto de la sociedad abusiva en la que vivimos basada en el exceso y las no limitaciones. Comer es una necesidad pero no hay que hacerlo de manera descomedida, sin orden ni concierto y sin un criterio electivo. De igual manera sucede con los títulos. Es necesario tener uno, sea el graduado escolar, el de bachiller o el universitario pero hay que dosificar nuestras energías y contener nuestras ambiciones de obtener más y más papeles que no significan nada.
Nuestra formación se ha reducido a ese deseo por alcanzar títulos olvidándonos del placer de aprender. Nos ciega el estúpido fin sin aprovechar el transcurso del proceso.
Ya vale de agobiarnos con certificados de cursos de idiomas, congresos, prácticas en empresas, conferencias… porque si no enfermaremos y padeceremos la no tan temida pero sin lugar a duda peligrosa, titulitis.
Pero ¡cuidado! tampoco hay que volvernos anoréxicos por miedo a la obesidad. No hay que comer estrictamente lo necesario y olvidarnos del placer de un dulce. Necesitamos títulos para nuestra inserción laboral o para sentirnos recompensados por nuestros esfuerzos en determinados momentos. Al fin y al cabo todos sabemos que la aparición de un michelín es signo de progreso y felicidad.