Pobres palabras
En los círculos que frecuento existe una especie de mito del lenguaje en el que la utilización de vocablos pomposos y rimbombantes se vincula a una especie de genialidad e inteligencia propia de esa persona culta que tanto anhelamos ser.
Se tiende a emplear la retórica como alarde de una educación o formación académica que se limita al uso de palabras superfluas de gran sonoridad y forma pero vacías de contenido. Bueno, en realidad, no son las palabras las culpables sino las víctimas, no son ellas las que no tienen significado sino que es su uso, el empleo que se les da y el contexto en el que se las ubica el que les roba todo el contenido que pudieran tener.
Las palabras están expuestas a un terrorismo continuo cuyas violaciones se observan sobretodo en la escritura. Hoy en día todo el mundo escribe ( y de esas maneras), todo el mundo es poeta (y además se lo creen) y se habla demasiado para decir a penas nada.
Quizás ahora mismo esté abusando yo misma de ellas... Pobres palabras.