12/30/2006

El tiempo y sus luces

Cuando vives en el extranjero varios anos, te das cuenta de lo influyente que puede resultar el clima atmosférico en el estado anímico de una persona, en su productividad y en definitiva en su energía para llevar a cabo sus proyectos o simplemente sus tareas cotidianas.
Cuando el cielo está nublado, apagado, oscuro y el frío nos retiene calentitos en nuestras casas nos entran ganas de dedicar nuestro tiempo a la lectura, la escritura, la reflexión... tareas poco dinámicas corporalmente hablando (aunque si mentalmente). Sin embargo, cuando el sol brilla, el cielo azul nos transmite alegría, nos entran ganas de correr, de ver mundo, de salir de casa y no parar ni a sentarse a tomarse un café tranquilamente.
Muy relacionada con la actividad está la luz. Cuando hay sol, cuando hay luz, hay que aprovechar para salir de casa ya que en el invierno anochece antes y la fria oscuridad nos invita a refugiarnos en nuestros hogares.
Sin embargo hoy en dia esta escasez luminaria se ve paliada con el uso de farolillos, focos y luces discotequeras (que hacen desordenarnos el horario natural) o como es común en estas fiestas, mediante el uso de iluminaciones navidenas que hacen salir a la calle a todo el mundo para comer, beber y comprar regalos.
De las primeras luces ficticias no he podido huír pero de éstas últimas sí, ya que en Alemania gastan menos energía en iluminación navidena, y el clima, es decir, el frío, empuja sin vacilaciones a quedarse tranquilamente en casa.

12/19/2006

Bienvenidas y despedidas

No me gustan las bienvenidas ni las despedidas, sobre todo si sólo se dispone de unos minutos para dar un abrazo, decir unas cuantas frases diplomáticas y sonreír de un modo superficial y poco emotivo. Y estas situaciones todavía son más incómodas si se producen en ciertos ambientes como puede ser en un aeropuerto.
La última vez que estuve en uno fue en una “despedida”. Me marchaba de un gran país y me despedía de un buen amigo con el presentimiento además de que no volvería tan pronto como quisiera. A parte de los espacios fríos y el ambiente hostil que suele caracterizar a los aeropuertos, el de Quito todavía añadía una particularidad singular como la obligación de tener que despedirte de tus familiares o amigos antes de facturar. No fue una experiencia muy agradable y desde entonces no había pisado un aeropuerto.
Pero esta vez se suponía que era un acontecimiento feliz, una bienvenida. Dos amigas tan importantes para mí como aquel amigo de la despedida venían a casa por Navidad. Las familias iban a ir a recogerlos y aunque pensaba que mi presencia sobraría las peticiones de dos amigas y del novio de una de las viajeras consiguieron convencerme y fui partícipe de esa escena.
Amigos, familiares y conocidos esperábamos la llegada con ilusión, pero éramos tantos y con tan diferentes vínculos con las viajeras que no casábamos muy bien juntos y menos ahí en el aeropuerto. Del mismo modo que la última vez, me quedé con mal sabor de boca, pero casi peor, porque en la despedida al menos lloraba pero en la bienvenida que se suponía que tenía que estar feliz mi estado de shock era tal que mi alegría se escondía bajo un velo de perplejidad. Por supuesto el verlas es siempre una satisfacción pero mi grado de amistad con ellas exige más y ese no era el momento para ponerse a hablar ni disfrutar de su compañía. En resumen, el ir a recibirlas resultó como en un principio pensé: una auténtica tontería.
Pero aprovechando este tema, intentaré evitar el mal trago posible de una despedida (la del blog) aunque sea temporal, con la excusa de darles a ellas una mejor bienvenida y disfrutar estos únicos días que puedo verlas.
Y así me despido en estas navidades que aunque son un tiempo para reflexionar, descansar, leer y estudiar, en algunos casos también lo es para viajar así que no podré publicar siempre lo que escriba. Quizás algún día caiga algún articulillo o propuesta para el año que viene. Si no es así...¡Feliz navidad a todos!

12/17/2006

Rojo y Negro

Es curioso cómo pueden cambiar las perspectivas de una persona según las lecturas que vaya teniendo de diferentes obras de una época como puede ser el género novelístico del siglo XIX.
Entusiasmada en un principio por sus pasiones, por su trama y por el enganche que me suscitaban estas novelas he acabado pasando las páginas rápidamente como si fuera una guía de viajes en las que me detengo en aquello que más me interesa.
Aún así Rojo y Negro es una gran novela que nos sitúa en la época de la Restauración francesa. Los datos históricos y la fiel representación de la sociedad francesa de aquella época hacen que la novela tenga un valor más allá de la mera divagación sentimental de los amantes.
No digo que no sea bonito reflejar las dudas, los cambios repentinos o los sobresaltos que sufre el corazón humano ante el amor pero llega un momento en que uno ya tiene suficiente. Si el libro se compone de seiscientas páginas unas quinientas están dedicadas a la descripción de los sentimientos de los amantes.
En la primera parte del libro, Julien, un joven advenedizo de origen humilde es contratado como preceptor de los hijos del alcalde de Verrieres, el señor de Renal. El amor imposible se plantea cuando la señora de Renal empieza a sentir deseos por Julien y tras muchos “tira y afloja” gozan de su amor. Pero las condiciones no eran las adecuadas y su pasión no era digna de una mujer casada. Al señor de Renal le llegan cartas anónimas con rumores respecto a la fidelidad de su esposa y Julien tiene que huir del pueblo.
En la segunda parte Julien va a Paris donde entra en un seminario en el que no es muy bien recibido por la envidia que provoca a los demás seminaristas. El abad del seminario le envía a la casa del marqués de la Mole donde entrará en contacto con la aristocracia reaccionaria de la época. Julien, fervoroso admirador de Napoleón, ocultará sus ideas revolucionarias entrando en el ambiente hipócrita correspondiente de la alta sociedad. Sólo se permitirá la licencia de hablar de sus ideas en una muy buena amistad que adquiere con la señorita de la Mole, hija del Marqués, que acabará enamorándose de él.
Este segundo amor es ya demasiado denso ya que la señorita varía continuamente sus deseos e incluso una vez después de haberse entregado plenamente a sus pasiones decide que no ama a Julien sino que lo detesta. Este sufre mientras ella le rehuye. Luego los papeles se cambiarán cuando Julien finge amar a otra y finalmente volverán a amarse. Pero entonces el problema de la clase social es el que no permite la existencia de un amor tranquilo... La señora de Renal manda una carta al marqués advirtiéndole de las ambiciones de Julien y el marqués se niega completamente a que se case con su hija. Julien se propone matar a la señora de Renal pero falla. Es encarcelado y allí vuelve a enamorarse de la señora de Renal mientras la desdichada de la señorita de la Mole le visita muriéndose de celos...
En resumen... una auténtica “tele”novela, pero sin tele... ahora entiendo de dónde viene ese nombre. No había tenido hasta ahora ese concepto de novela tan mareante.
Es una novela perteneciente al realismo francés pero desde luego no refleja la realidad amorosa actual sino la decimonónica. La excesiva pasión y el continúo vaivén de sentimientos podría llegar a entenderse hoy en día pero eso sí en un contexto más carnal. Si no, en vez de realismo sería un excesivo romanticismo...

12/16/2006

Texto de la pregunta del día 15

La pregunta sobre nuestro futuro es algo que siempre pretendemos evitar y aplazar el máximo tiempo posible. Pero llega un momento en el que hay que ir tomando decisiones o al menos dirigirnos un poco hacia lo que queremos ser o hacer en un futuro.
En unas charlas a las que acudí ayer con motivo de la oferta de prácticas en empresas para el segundo cuatrimestre, nos hicieron la pregunta “¿qué queréis ser de mayores?” y la verdad es que me resultó un poco cómica. Esa pregunta nos la hemos hecho cantidad de veces desde la escuela. Yo he pasado de querer ser astronauta a matrona, de estudiar derecho-económicas o matemáticas puras a estudiar filología... pero a estas alturas tendríamos que tener algo claro y no nos llueven más que incertidumbres sobre nuestro futuro.
Se suponía que estas charlas nos iban a guiar un poco o al menos ayudarnos a centrarnos pero sucedió todo lo contrario, la desmotivación absoluta parecía ser su objetivo. Nos repetían que teníamos que estudiar al máximo, tener los mejores expedientes, hacer más de una carrera, másters, aprender no un idioma o dos sino tres y a ser posible que no estuviese el inglés entre ellos ya que hoy en día lo habla todo el mundo (me río yo de esas aseveraciones, por lo menos en España...), realizar el mayor número de cursos posibles... todo encaminado a nuestra formación académica para poder crear un currículo de lo más apetitoso para las empresas en las que podamos trabajar. Para que me digan que tengo que ser la mejor en todo no he venido a estas charlas, pensé, ya sé que tengo que ser aplicada, responsable y según ellos lo más superwoman posible.
Nos dijeron que si todavía no estamos decididos ni sabemos lo que queremos hacer en un futuro somos más o menos un desastre. Hay que definirse de una vez por todas. Pero... ¿cómo hacerlo?
En la carrera tenemos asignaturas totalmente diferentes que requieren un número de horas de estudio, ampliación de conocimientos y lectura enorme. Es imposible indagar en todo al máximo y además como nos sentimos hormiguitas ante la sabiduría del profesor que se ha especializado sentimos curiosidad e interés por todo. Así... ¿cómo vamos a definirnos? ¿cómo vamos a centrarnos?.
Además la sobreabundancia de ofertas, becas erasmus, séneca, prácticas en empresas, becas de colaboración en la universidad, facilidades de ingreso a otras carreras... todavía nos desconcentran más y hacen que nos entre un mareo absoluto.
Aunque suene inverosímil son en estos momentos en los que nos aflora cierta envidia hacia esas personas que no tienen otro remedio que dedicarse al negocio familiar. Incluso nos encantaría renunciar a la posibilidad de elección en algo tan personal como nuestro futuro si alguien pudiese decidir por nosotros.
Débiles, ingenuos, indefensos...queremos volver a esa infancia y a esa felicidad inocente en la que no nos planteábamos nada y en la que hasta ahora (por lo menos la mayoría) hemos permanecido.

12/15/2006

12/13/2006

Como Sabina

Hace un par de días recibí un soneto de Joaquín Sabina como archivo adjunto en un mail que me enviaba un buen amigo. La poesía me suscitó varias reflexiones y entre ellas pensé en cómo se recibe la poesía hoy en día.
Inmediatamente me puse a escribir una poesía en homenaje y crítica a este poeta-cantautor. Que cada uno interprete lo que quiera... En la poesía todo es quizás demasiado libre.
Para aquellos interesados, el poema de Sabina se titula: Manga por hombro.
Y el mío: Como Sabina.

Vivir pensando en la muerte
Aparecer queriendo ocultarse
Cantar a voz en grito
Y llorar en la hecatombe del alcohol
como Sabina.

Putas blondas de pechos despampanantes
Mendigos denostados, repudiados, malolientes
Chulos de chupas baratas de imitación
Entre hipócritas de palabra culta
Vivo,
como Sabina.

La mirada inocente con la nariz pegada a la ventana
Observando como los niños juegan a pillar
Vacilando entre el suicidio o la cobardía
Moviéndose al ritmo africano como los negros
Escribo,
como Sabina.

12/12/2006

La competitividad

Se promulga la competitividad a toda costa. Hay que cursar todas las asignaturas posibles, obtener la máxima nota, apuntarse a conferencias, coloquios, debates, saber idiomas, hacer másters... porque estamos condenados al paro seguro.
Ese miedo infundado de no obtener trabajo corrompe a los alumnos induciéndolos en ese espíritu de la competitividad. Hay que ser muy bueno, superar al compañero e incluso ser el mejor. No importan los medios de los que se disponga ni las acciones que se lleven a cabo, todo está permitido si logramos nuestro objetivo. La moralidad se pierde y la conciencia parece no existir hasta tal punto de que los buenos son los que se ven desfavorecidos y se ven obligados a adoptar una desconfianza que nunca se hubiesen imaginado.
Un ejemplo claro lo he tenido siempre en mi hermana. Recuerdo con nitidez el día en que agotada llegó antes de lo normal a casa. Solía quedarse con varios compañeros para compartir conocimientos, dudas y para trabajar juntos en sus proyectos. Iba con el tiempo al cuello pero no le importaba ayudar a sus compañeros que todavía tenían las ideas menos claras. En el descanso se fue a tomar un café con alguno de ellos y cuando salieron todos se cerró con llave. Al volver al trabajo varios de sus planos habían desaparecido, ¡y la llave sólo la tenían las personas con las que trabajaba!. Desde entonces prefiere no trabajar con nadie o al menos no regalar nada ya que no sólo no obtiene beneficio alguno sino que encima le perjudica. Hay que ser bueno pero no tonto y parece ser que el que no es malo no triunfa.
También se conocen acciones detestables como la repartición de apuntes falsos entre los estudiantes de medicina... pero ya eso lo juzgo de enfermizo y si alguna vez llegan a ser médicos tendrán que aprender primero a curarse a sí mismos.
En mi carrera afortunadamente la competencia no es tan grande pero ahora que llega a su fin, en los dos últimos años, la gente parece inquietarse. No sé si por ser carrera de humanidades, la gente es más humana pero la verdad es que nunca he tenido problemas a la hora de adquirir apuntes o a la hora de prestar y pedir libros a los compañeros. Sin embargo lo que siempre me ha faltado ha sido entablar debates, discusiones o simplemente compartir conocimientos. Quizás en el primer ciclo de la carrera eso puede entenderse porque estamos más descentrados y menos informados pero en cuarto de carrera me parece lamentable que no se hable de nada. Todos sabemos algo, leemos bastante y tenemos nuestros propios juicios pero nadie dice nada por si el de al lado se adueña de alguna idea o simplemente por ese miedo que nos han infundado que nos lleva a pensar por uno mismo y tener cuidado con el de al lado ya que nos puede quitar la plaza de trabajo.
Es algo realmente estúpido y cuando busco libros, becas, cursos o simplemente quiero compartir opiniones sobre las clases parece que es más prudente callarse y cada uno a lo suyo. El fantasma de la competitividad está presente también entre nosotros.
Desde que comenzó el curso he intentado librarme de esos espíritus malignos y aunque sea en círculos minoritarios lo estoy consiguiendo. El compartir conocimientos es igual que compartir experiencias de la vida cotidiana y es una pena que entre estudiantes de una misma carrera, con unas mismas inquietudes (por lo menos en cuanto a literatura se refiere), se compartan sólo apuntes, algún café o comida juntos, e incluso ni eso.

El equilibrio dieciochesco

En el blog titulado Cornelia Bororquia ya indicaba la falta de atención que se ha tenido con la literatura española del siglo XVIII pero al indagar más sobre estudiosos y críticos especializados en ese siglo vuelvo a las andadas recalcando su importancia.
La ilustración, siglo de la razón, se ha visto criticado literariamente por la falta de emotividad, sentimiento e incluso subjetividad tan presente en el siglo que le sucede. Se tiende a clasificar estos dos siglos como antagónicos cuando uno precede al otro y más que contrarios son continuos en sus rasgos y corrientes.
Estudiosos hispanistas(¡extranjeros!) como el norteamericano Sebold o el italiano Rinaldo Froldi han escrito varios estudios sobre la importancia de autores de la época como Cadalso o Meléndez Valdés. Este último escribió un artículo titulado “Apuntaciones críticas sobre la historiografía de la cultura y de la literatura españolas del siglo XVIII” donde recoge sus opiniones y defiende de una manera contundente la productividad de este siglo.
Entre los diferentes puntos que trata señala esa diferenciación tan encajonada que tenemos entre neoclasicismo y romanticismo. Y también la preferencia que se le da a este último por ser más cercano, más emotivo e incluso más humano. El romanticismo se centra en el estudio del sujeto, del yo, de sus pasiones y sentimientos mientras que en el siglo de la Ilustración la mayoría de los escritos están vinculados a la política, a ideas de mejora tecnológica, científica y social. El siglo XVIII es el siglo de la razón y del liberalismo económico y político en el pensamiento pero estéticamente está anclado en los modelos grecolatinos y en sus preceptos ortodoxos. El romanticismo en cambio dará un valor absoluto al sentimiento y nos descubrirá las pasiones humanas, sus anhelos, sus nostalgias, sus desilusiones...
A los jóvenes nos atrae más el último siglo, cuando desorientados nos identificamos constantemente con los personajes trágicos de sus novelas. Pero no sólo a los jóvenes sino a muchos otros que ven en el neoclasicismo una excesiva erudición y un rígido y abstracto racionalismo insensible al calor del sentimiento humano.
Froldi, entre otros, indicará que para que en el siglo XIX se den esas características se han debido dar en el siglo anterior, y es que es en el siglo XVIII donde se da cabida a la sensibilidad en equilibrio con la razón, mientras que en el XIX se rompe ese equilibrio dando un valor absoluto al sentimiento.

12/11/2006

Retórica engañosa

Ayer volví a caer en la trampa de los programas basura. Aprovechando el descanso de la hora de la cena y puesto que no había un alma rondando por mi piso decidí ponerme la televisión mientras me hacía algo de comer y mientras lo saboreaba tranquilamente.
Mi intención era quedarme unos minutos pero caí en la trampa y ese programa tan denigrante llamado Gran Hermano volvió a persuadirme.
Me enganché porque dos individuos, en especial uno, de vocabulario exquisito y seriedad al hablar, discutían con los verduleros que frecuentan esos programas y con la presentadora perpetua y por cierto, una pesada, de Mercedes Milá. Eran dos concursantes que por lo visto han traído mucha polémica al programa ya que para empezar habían planeado ciertas estrategias dentro de la casa y hablaban claramente de la diferencia como concursante y como persona, en Gran Hermano habían sido concursantes y no las personas que son en realidad.
Confesaré que fue la fluidez y la facilidad de palabra lo que me llamó la atención en un principio. Uno de ellos era conciso, hablaba rápido y en tono determinante, seguro, frío y con un registro culto muy poco frecuente hoy en día. Era un estudiante de periodismo de 24 años que por lo visto había revolucionado a concursantes, padres y demás equipillo de ese fatídico programa.
El asunto es que fui engañada otra vez. Pensé que sacaría algo en claro, que podría descubrir la razón por la que todo el mundo estaba contra ese individuo o simplemente hacerme una idea de lo ocurrido, pero fue imposible... Me tragué todo el programa sin sacar nada en claro. Incluso me metí en internet matada por la curiosidad para ver si en la web oficial aparecía alguna aclaración o historia de lo ocurrido. Pero nada... era mucho más importante poner fotos y noticias de los que habían follado en la casa y de las anécdotas sexuales personales (a uno se le perdió la bolita del piercing en la vagina de la otra y era de lo que más hablaban).
Desencantada me fui a la cama y me puse a leer un rato para olvidarme de todo aquello. Un amigo me ha dicho hoy que ese tío era igual de impresentable que los demás y que dándoselas de listo le salió el tiro por la culata.
Realmente me sentí mal por haberme dejado cautivar por su expresión verbal cuando al fin y al cabo cualquiera que vaya a ese programa suele carecer de inteligencia.
De ahí que no todo aquel que emplee un léxico amplio al hablar tenga que ser por ello inteligente. Hay que intentar no dejarse cautivar por la retórica y fijarse más a fondo en el contenido...

12/05/2006

¿Cuándo llegará el otoño?

Llevo esperando un fuerte soplo de viento desde hace tiempo. Los meses transcurren, los días pasan, las horas se consumen y los minutos en cambio, se hacen eternos. Esa es la consecuencia de la inactiva espera de un giro radical.
Al principio tenía la certeza de que el otoño vendría pronto y las hojas viejas caerían con sus tonos amarillos, rojizos y marrones. Poco a poco me di cuenta de que el otoño no llegaría tan pronto, justo acababa de terminar y los árboles habían mudado ya sus hojas mientras yo había fijado mi vista en ese árbol de hoja perenne sin darme cuenta del cambio de estación. La presencia del otoño tardaría en mostrarse todavía unos meses. Llegará, me decía y de eso estaba y estoy todavía segura. El tiempo sigue transcurriendo y es algo imparable, esa es mi única esperanza.
Mientras tanto, las horas aprisionan mi nostalgia y la encarcelan haciendo la espera interminable. De vez en cuando vienen ráfagas efímeras que no me dan tiempo ni tan siquiera a voltearme, las siento muy débilmente, no sé captarlas y en vez de moverme rozan levemente el contorno de mi cuerpo escaqueándose.
Hoy todo estaba demasiado sosegado y la quietud del ambiente me perturbaba. Necesitaba ver al menos cómo se movía la hoja de un árbol o el pelo largo de una chica apresurada por llegar tarde a clase. Pero ni eso. Todo parecía inerte, inamovible, muerto.
Al entrar en un ambiente cerrado, el aire todavía era más concentrado y la presión hacía una fuerza sobrehumana en mi cabeza que vaticinaba la tormenta. Y así ha ocurrido. Ha llovido. Un rayo y dos truenos se han juntado provocando un suave chispeo.
Y de nuevo una ráfaga, esta vez más perceptible y más intensa tras la soberbia calma que inundaba la atmósfera esta mañana. Una ráfaga recordatoria de que el viento existe y vendrá soplando y removiéndolo todo en el próximo otoño.

12/04/2006

Angela arrasa

En un concierto la arquitectura importa, sobre todo porque la arquitectura crea un espacio y un ambiente.
Como reflejaba en mi último post, el jueves me quedé absorta en la atmósfera que me rodeaba sin casi constatar que mi objetivo era ir a ver un concierto. En ese caso me centré más en la descripción de los alrededores que en el propio recinto del concierto y por lo tanto la arquitectura no influyó en el goce de la música. Con esto no quiero decir que el Palau de Sant Jordi sea un lugar entrañable para un concierto pero hace su función para uno de tal magnitud (18.000 personas) y de tales características (un grupo de heavy metal como Iron Maiden)como el del jueves.
Pero en el concierto al que acudí el viernes tuve otra suerte distinta.
No sé por qué pero la mayoría de las veces que he presenciado algún concierto de jazz no me encuentro ni cómoda, ni en el lugar propicio. Supongo que el disfrute de esa música exige un cierto ambiente que hoy en día es muy difícil de crear.
El paraninfo de la Universidad Politécnica de Valencia era el escenario. Una sala destinada para conferencias, conciertos, actos académicos...¿es todo lo mismo?. Igual para otro tipo de conciertos sirve pero el del viernes no sólo necesitaba otro espacio sino otro ambiente e incluso otro público.
Mientras Keith Dunn nos transmitía con su armónica y con su voz toda la melancolía de su alma con el más sencillo y bello blues, nosotros le mirábamos fríos, rígidos y ordenados en nuestras sillas como extraños criticones perfeccionistas que buscan el mínimo fallo técnico para poder descalificar el talento del músico sin dejarse embaucar por su emotividad.
Cuando a Keith Dunn se le unían el pianista, el batería y el guitarrista formando una verdadera blues band había que esperar al arranque del aplauso de alguien que hubiese logrado desvincularse del lugar y se hubiera dejado llevar por la magia de sus improvisaciones.
Y entonces fue cuando la energética y poderosa Angela Brown irrumpió en el escenario con su swing, su salero y su desparpajo intentando insuflarnos un poco de garbo. El escenario tan alto la distanciaba del público mientras ella pretendía a toda costa entrar en contacto con él. Nos provocaba, nos preguntaba, nos hacía cantar y participar intentando compartir con nosotros lo que para ella significaba esa música y aún así parecíamos muñecos inertes de feria que esperan a que alguien los coja y con un par de golpes los espabile y despierte de su letargo.
La arquitectura no era la adecuada y siempre podremos culparla pero el carisma de Angela Brown nos demostró que incluso esas barreras se pueden romper. Algo más complicado es cambiar el pesado hierro que parecía fluir en nuestra sangre y que nos hacía más inexpresivos e inanimados que las piedras.
Aún así ella consiguió este milagro, vaya ángel del blues, Angela...

12/01/2006

El palau de Sant Jordi

Un espacio inhóspito. La entrada descentralizada da paso a una amplia y vacía explanada. En la noche todavía se presenta más fría, iluminada escasamente con luces modernas: unas columnas de cristal opaco cuya luz proviene del interior.
Giramos a la derecha bajando unas escaleritas que nos acercan a nuestro destino. De nuevo esas columnas lumínicas bordeadas con oscuros hierros aparecen en hilera creando varios espacios vacíos. Un césped helador, una fila de columnas silenciosas, de repente una ranura de unos cincuenta centímetros alberga un canalillo de agua infestado de espuma cervecera, basura y diversos residuos (probablemente el arquitecto pretendía sosegar al paseante con la vista del agua ¿?), otra fila de columnas de dudosa luz en conexión con el tosco hierro nos indica que la entrada está cerca. Parece una acumulación de cofradías en espera para comenzar una procesión de semana santa. Sin dejarnos guiar por ellas y con la curiosidad de encontrarnos con cofradías más novedosas sin duda damos con la más original de todas...una fila de columnas circulares terminan su cabeza con varios alambres que no llegan a tocarse con los vecinos por la milimetrada distancia que guardan entre cofrade y cofrade. Fabuloso orden para semejantes chisteras. Todas esperan la salida en dirección a la ciudad de Barcelona que temerosa se planta ante sus pies.
En la dirección contraria a la que miran las cofradías, perplejos y asustados buscamos algo más allá y...¡qué casualidad!, encontramos nuestro destino que ante tal ambiente lúgubre y acallador se nos había olvidado. Por fin podremos disfrutar. La esperanza se abre a nuestros pies y el palau de Sant Jordi nos ofrece la inigualable posibilidad de gritar y desinhibirnos al grito de: Up the Maidens!.