Un atleta incansable
Cuando más aprendes, más actividades haces, más vivo te sientes, más descubres y en definitiva cuando más disfrutas, el tiempo pasa volando. En cambio cuando sufres o tienes una mala época pasa lentísimo y harías cualquier cosa para que pasase ese día, esa semana o ese año.
Ya llevo un mes en México y si bien los nombres de Hidalgo, Morelos, Benito Juárez, Porfirio Díaz... (por citar algunas personalidades relevantes de la historia de este país) ya no me resultan ajenos, siento que no aprovecho mi estancia al máximo y que me gustaría desentrañar muchos aspectos culturales y folclóricos todavía enigmáticos, conocer más pueblos, ciudades, montañas y playas; saborear más frutas, tortillas, probar todas las combinaciones posibles de tacos y aprenderme corridos y rancheras de memoria.
La ansiedad por descubrir cosas es ilimitada y la magnitud de información inabarcable. Y como siempre, tenemos detrás a un velocísimo atleta que nos pisa los pies constantemente y de manera molesta.
Llevo entrenando todo un mes pero por más que corro, por más que voy al gimnasio, por más que me esfuerzo y me empeño en vencerlo no hay manera de rehuirlo ni perderlo de vista. Es un competidor nato, invencible. El tiempo, maldito tiempo (y esta vez no me refiero al climático).